Sin embargo, las últimas obras de Puccini, Gianni Schicchi y Turandot, son ya postveristas. Ahora los personajes luchan hasta la extenuación y ya no mueren o se suicidan. Se trata, más bien, de superhéroes que se lanzan a la conquista del amor, cueste lo que cueste.  

En Alemania, ya en el siglo XX, se desarrolla la corriente expresionista que busca romper con la tradición musical hasta el momento y sustituir la ley de la tonalidad vigente. Esta atonalidad comienza con algunas óperas de Richard Strauss (Elektra) y continua con el sistema dodecatónico de Schönberg (basado en el cambio de una escala de siete notas a una de doce) y su discípulo Berg.  

Es interesante destacar, también, la aportación de los compositores rusos de finales del siglo XIX y principios del XX (Mussorgsky, Borodin, Glinka, Rimsky-Korsakov, Tchaikovsky, Shostakovich) cuyas obras se caracterizan por grandes orquestas, grandes coros y preeminencia de las voces de bajo, así como del compositor británico Benjamin Britten, quien aún apartándose de los planteamientos dodecatónicos de Schönberg y Berg, tampoco entra en una armonía tradicional.