El Romanticismo nace tras el agotamiento de siglos de referencia del mundo clásico. Grecia y Roma habían servido de modelo en el Neoclasicismo y en el Barroco. A partir de ahora se revaloriza la época medieval. Todo aquello que deriva del arte gótico se idealiza: las iglesias, los templos, los claustros, los cementerios, así como los territorios celtas de donde este arte procede. Si en el Neoclasicismo dominaba la razón, el Romanticismo valorará el idealismo, el misterio, la atracción por la muerte.

En las obras neoclásicas mostrar los sentimientos en público no estaba bien visto (esto sucede, por ejemplo, en las óperas de Mozart). Sin embargo, en el romanticismo se considera al contrario. Para los románticos, el sentimiento es el único y auténtico motor del hombre. Idealizan el amor y lo mitifican hasta tal extremo que acaban convencidos de que no puede ser vivido en plenitud. De ahí la idea romántica de que “el amor lleva a la muerte” en un mundo tan miserable y corrompido como este. Por eso las óperas románticas las protagonizan amores sublimes, inmaculados y puros, pero que por algunas razones se tornan imposibles. No se acaban llevando a término pues, o bien los prejuicios sociales, o el odio entre familias, o la enfermedad o la pobreza los imposibilitan.

            Desde el punto de vista musical, la orquesta, que ya había crecido en la época neoclásica con Gluck y Mozart, continua creciendo amén de dar protagonismo a ciertos instrumentos que hasta ahora no lo habían tenido, como el arpa, la trompa o el violonchelo, para evocar el amor romántico. Otro elemento que surge con el romanticismo es el aria de la locura, escenas cantadas por un personaje que se ha vuelto loco, suma expresión del sentimiento humano y que permite el lucimiento de los cantantes. Además, con la necesidad de los románticos de crear personajes masculinos que sean galantes, heroicos, idealistas y viriles, la voz de tenor cobra interés. Los primeros tenores (los de las óperas de los primeros románticos, Bellini y Donizetti) son tenores ligeros pero a medida que la orquesta va creciendo se hace necesario un tenor con una voz más potente, lo que da lugar a la aparición de tenores líricos, spinto e incluso ya dramáticos en la últimas óperas de Verdi (Otello). Los tenores deben abandonar progresivamente la manera de cantar belcantista (propia de las óperas de Rossini, Bellini y las primeras de Donizetti) para hacer frente a esta nueva situación. Por la misma razón, se hace necesario la incorporación de sopranos que puedan hacer frente a una orquesta más numerosa (Verdi refuerza los contrabajos, la percusión y el metal). Aparecen así las soprano dramáticas o coloratura. Además, con Verdi el coro adquiere un gran protagonismo.

            La búsqueda de realismo en el canto hace que Verdi asigne voz de bajo para padres serenos o para viejos, de soprano dramática para personajes con carácter, de sopranos ligeras para jóvenes inocentes, de tenor para jóvenes enamorados, o de mezzosopranos o barítonos para personajes malvados. De esta forma, la música y la voz comienza a expresar la pasión y el dramatismo. Los personajes verdianos tienen las virtudes y defectos de la personas reales. Con Verdi comienza una profundización  psicológica en la descripción de los personajes. Algunas de las óperas más famosas de Verdi son: Nabucco, Rigoletto, Il trovatore, La traviata, Aida y Otello.

            En Francia la ópera romántica adquiere la forma de Grande Opéra. Se trata de un espectáculo de gran presupuesto, desarrollado en cinco actos, que incluye un coro, un ballet y una marcha militar. Los principales autores son Bizet (Carmen), Gounod, Massenet y Saint-Saëns. Este tipo de óperas impone el tenor lírico.

            En Alemania los principales autores románticos son Weber y Wagner. Wagner va poco a poco abandonando las estructuras de la ópera tradicional (arias, duetos, tercetos,...) y crea el llamado “arte total” pues, en su opinión, la ópera incluía música, literatura (texto), danza (ballet), pintura y escultura (decorados). Utiliza una orquesta ya muy numerosa que obliga a los cantantes a tener voces muy potentes y resistentes, pues sus óperas son muy largas. Con objeto de mantener la atención del espectador, sitúa la orquesta en un foso y obliga, por primera vez en la historia, a apagar la luz del teatro durante la representación de la ópera. Musicalmente destaca por la introducción del leitmotiv, una misma música que permite identificar un personaje o una situación. Wagner es conocido por su tetralogía, cuatro óperas en las que aborda la creación del mundo germánico precristiano o por obras como Tristán e Isolda, Tannhäuser o Lohengrin.