La palabra ópera significa obra de teatro y así el primer nombre del espectáculo de dicho género fue llamado opera in musica, es decir, obra de teatro con música. Podemos situar el nacimiento de la ópera poco antes de 1600, en Florencia, fruto de las reuniones que mantenían un grupo de intelectuales renacentistas que se autodenominaban Camerata Fiorentina.  

En estos encuentros descubrieron que el teatro griego no era hablado sino cantado y que los griegos no conocían la polifonía por lo que los personajes de la tragedia griega, no solo cantaban en lugar de hablar, sino que además lo hacían a una sola voz. Este último hecho era tremendamente extraño en esta época, en la cual solo existía el teatro con música en la forma de teatro madrigalesco (el teatro madrigalesco es una evolución de los denominados madrigales, canciones cortas, de cuatro, cinco o seis minutos que explicaban una pequeña historia de carácter profano) y los dramas litúrgicos religiosos y ambos eran cantados de manera polifónica, es decir, más de una voz a la vez para cada personaje. En la polifonía los actores sobre el escenario no cantaban sino que solo gesticulaban y quien lo hacía eran unos cantantes que se encontraban bajo del escenario junto a unos pocos músicos.

           Uno de los elementos característicos de la polifonía es su imposibilidad para transmitir la sensación de realismo. Este concepto no aparecerá hasta mediados del siglo XVIII con Mozart. Así, por ejemplo, en las obras de Haëndel los actores iban vestidos de calle.

            La primera obra, Dafne, fue escrita en 1597 por el poeta Ottavio Rinuccini  y musicada por Jacopo Peri (miembros de Camerata Fiorentina). Pero únicamente nos ha llegado el texto, no así la música. Más suerte encontramos en la siguiente ópera compuesta por los mismos autores con motivo de la boda de María de Medici con el rey de Francia. Esta ópera, Eurídice, se representó con la máxima solemnidad, imprimiéndose la partitura, de ahí que se haya conservado hasta nuestros días.

            En 1606, con motivo del casamiento de su hijo, los duques de Mantua pidieron a su músico residente, Claudio Monteverdi, que escribiera una opera in musica. La favola d’Orfeo, que fue como se llamó la ópera, es considerada por muchos como la primera ópera de la historia puesto que supera la simple música de apoyo de las óperas de Peri para integrar música y texto de manera expresiva, consiguiendo que la música explicara por si misma también el drama e, incluso, cosas que el mismo texto no dice. Esa pretensión de expresividad musical le lleva a disponer de una orquesta de cuarenta y tres músicos frente a los cinco o seis de Peri.

            A partir de aquí la ópera comienza a popularizarse en Roma y principalmente en Venecia (donde en 1651 ya había cinco teatros que ofrecían óperas) debido a que en esta república no había Inquisición. Los empresarios de los teatros deben satisfacer al público que paga y ya no únicamente a los nobles por lo que se imponen, junto a los héroes mitológicos, príncipes y reyes, los personajes cómicos que hagan reír a los espectadores. Al mismo tiempo cada vez se da más importancia al canto recargado, tan difícil y espectacular como sea posible. En cuanto a las cuestiones musicales, desaparece el coro y se reduce considerablemente el número de músicos de la orquesta. Los recursos económicos se invierten en los cantantes. Y aquí aparecen los primeros divos de la historia: los castrati (adulto que podía cantar notas muy agudas pues conservaba la voz de niño al haberle sido impedido desarrollarse) quienes impusieron sus caprichos hasta la reforma de Scarlatti quien, a principios del siglo XVIII, introdujo el aria da capo que solo permitía el lucimiento caprichoso e individualista de los artistas en el último fragmento.

            A finales del siglo XVII desaparecen los personajes cómicos de las óperas pues los libretistas (los que redactaban la parte escrita, no musical, de las óperas) no los consideran adecuados. Sin embargo, para no perder el interés del público se introducen escenas cómicas en los entreactos. Estas obras, en las que intervenían principalmente bajos y barítonos, dieron lugar a la “ópera bufa” o cómica. 

Poco a poco la ópera se extiende a Francia, Alemania y Austria en el siglo XVII y, posteriormente, a España, Inglaterra, Portugal e incluso Rusia ya en el siglo XVIII.  Uno de los compositores más destacados de la época barroca es Händel, cuyas obras principales son Rinaldo, Giulio Cesare y Serse. En Francia, Lully adapta las óperas italianas eliminando los castrati, acortando las arias, que eran cantadas en francés, e introduciendo el ballet. En España, debido a que la ópera era un espectáculo demasiado caro, se convierte en un teatro musicado, las zarzuelas (llamadas así por representarse inicialmente en el Palacio de la Zarzuela).